jueves, 14 de julio de 2011

La economía de mercado: una fabulilla

Traducido y adaptado de Robert Heilbroner, The Making of Economic Society (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, 1962), págs. 14-16.

La organización de la sociedad en mercados es una organización que, en forma realmente sorprendente, le permite a la sociedad asegurar su aprovisionamiento de bienes y servicios, apelando en un mínimo a la tradición o al autoritarismo.

Como vivimos en una sociedad regida por mercados, somos propensos a tener como cosa normal la naturaleza misteriosa – de hecho, casi paradójica – de la solución de mercado al problema básico de toda economía: qué producir, cuanto producir y para quien producir. Pero supongamos por un momento que pudiéramos actuar como asesores económicos de una sociedad que no ha decidido aún que sistema de organización económica va a adoptar. Supongamos, por ejemplo, que somos llamados como consultores a uno de los nuevos países que están surgiendo en África.

Podemos imaginarnos a los dirigentes de ese país diciendo, “Siempre hemos tenido un modo de vida muy ligado a la tradición. Nuestros hombres se dedican a la caza y al cultivo de los campos y cumplen con sus tareas tal como se les enseñó desde pequeños, con la fuerza del ejemplo y las instrucciones de sus mayores. Algo sabemos también de lo que se puede hacer teniendo una autoridad que determina todo lo que se hace en nuestra economía. De ser necesario, estamos listos para firmar un decreto que obligue a muchos de nuestros hombres a trabajar en proyectos comunitarios que fomenten nuestro desarrollo nacional. Dígannos, ¿hay alguna otra forma en que podemos organizar nuestra sociedad de manera que funcione exitosamente – o, mejor aun, más exitosamente?”

Supongan que nosotros respondemos, "Sí, hay otra forma. Organicen su sociedad como una economía de mercado".

"Muy bien", responden los dirigentes. "¿Qué le decimos a la gente que debe hacer? ¿Cómo los asignamos a sus distintas tareas?"

"Ese es el meollo del asunto", responderíamos nosotros.

"En una economía de mercado a nadie se le ordena que haga una tarea. La idea de fondo de una economía de mercado es que a cada persona se le permite decidir por si misma qué hacer".

Cunde entonces la consternación entre los dirigentes. "¿Quieren ustedes decir que no se asignan unos hombres a la minería y otros a la ganadería? ¿No hay forma de seleccionar algunos para que desempeñen labores de transporte y otros para tejer telas? ¿Ustedes proponen que permitamos que la gente decida esto por sí misma? ¿Pero, qué ocurre si no deciden correctamente? ¿Qué ocurre si no aparecen voluntarios para ir a las minas, o si nadie se ofrece como ingeniero de ferrocarriles?"

"Pueden ustedes estar tranquilos", les decimos a los dirigentes. "Nada de esoocurrirá. En una economía de mercado todos los puestos de trabajo serán ocupados porque será ventajoso y conveniente para la gente llenar esas vacantes".

Nuestros interlocutores aceptan esto con miradas de incredulidad. “Miren”, dice finalmente uno de ellos, "supongamos que aceptamos su consejo y permitimos que la gente haga lo que le plazca. Ahora hablemos de algo importante, digamos la producción de telas. ¿Cómo exactamente determinamos la cantidad correcta de producción de telas en esta ‘economía de mercado’ de ustedes?"

"Ustedes no la determinan", respondemos.

"No?!! Entonces, ¿cómo sabremos si se produce suficiente tela?"

"Habrá suficiente tela", le replicamos. "El mercado se encarga de eso".

"Entonces, ¿cómo sabremos que no se producirá demasiada tela?", pregunta con aire triunfal.

"Ah, pero es que el mercado se encargará de eso también".

"Pero, ¿qué es este mercado que hará todas estas cosas maravillosas? ¿Quién lo maneja?"

"Ah, nadie maneja el mercado", respondemos. "Se maneja por sí solo. De hecho,‘el mercado’ no existe como tal. Es simplemente una palabra que usamos para describir la forma en que la gente se comporta".

"Pero creía que la gente se comportaba como quisiera!!".

"Y, en verdad, así es", contestamos. "Pero no teman. La gente querrá comportarse de la manera como ustedes desean que se comporte".

"Mucho me temo", remata el jefe de la delegación, "que estamos perdiendo el tiempo. Creímos que ustedes estaban pensando en una propuesta seria. Pero lo que ustedes sugieren es una locura. Es inconcebible. Buen día, señores." Y con gran dignidad la delegación se pone de pie y sale del recinto.


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