jueves, 17 de marzo de 2011

La naturaleza del emprendedor: ¿nace o se hace?

La investigación de la conducta y cultura emprendedora ha tenido como uno de sus principales elementos de estudio la búsqueda de una respuesta al interrogante sobre la naturaleza del emprendedor. Al igual que la naturaleza del hombre, la condición del emprendedor ha sido objeto de múltiples análisis que han ido añadiendo poco a poco un carácter retórico a la pregunta; ¿Sería lógico pensar que el emprendedor sea sólo un producto de condiciones hereditarias? ¿Es posible que el emprendimiento se desarrolle diariamente en relación a las capacidades de la persona?

Andy Freire, en pasión por emprender, se suma a quienes piensan que el emprendedor es una extraña mezcla entre las cualidades innatas de la persona y de aquellas que va desarrollando a través de la vida misma.

Según Freire, el emprendedor nace con ciertas características predeterminadas que rigen su actuar hacia una única meta de ser un constante motor de liderazgo y emprendimiento, pero además, también considera que el emprendedor desarrolla y potencializa esas características propias de su actuar a lo largo de su existencia y añade otras más, de tal forma que el resultado es un líder que cuenta con capacidades y talentos innatos más una serie de características que trabaja durante el transcurso de su actividad diaria.

Para algunos, en contraposición a Freire, el emprendedor es resultado del proceso evolutivo, de ciertas características genéticas y hereditarias con las que cuentan unos pocos y poco importa el trabajo de las capacidades. Otros, en cambio, piensan que la persona emprendedora es fruto del conjunto de experiencias y habilidades que desarrollan algunos durante su vida, y que aquél espíritu aguerrido, valiente y perseverante se consigue mediante la experiencia.

Para mí, no es tan extremo. El emprendedor debe surgir como un híbrido entre lo innato y lo desarrollable; el emprendedor nace y se hace.

Hasta hace no muchos años, era imposible pensar que se lograría a determinar si ciertas características genéticas podrían moldear la actitud emprendedora de una persona. Aunque el carácter intuitivo en este tema aún comprende la mayor ponderación, la ciencia de hoy permite establecer de una manera confiable, qué tanto de un comportamiento puede explicarse por condiciones genéticas.

La genética del comportamiento ha contribuido a brindar una explicación a esas actitudes innatas de la persona. El profesor Scott Shane, de la Weatherhead School of Management, indica que aproximadamente un 48% de la propensión a ser emprendedor se explica genéticamente, pero aún así, parafraseando a Shane, los genes no implican una realización; sólo son una añadidura a la probabilidad de que el evento llamado emprendimiento pueda ocurrir[1].

Una probabilidad es resultado de la ocurrencia de un evento aleatorio, es decir, un resultado que se conoce solamente hasta su realización.

¿Qué quiere decir esto? Aunque los factores genéticos logran explicar en parte una propensión o aversión al emprendimiento, hace falta algo más para completar el argumento sobre la naturaleza del emprendedor. ¿Dónde está el 52% restante? ¿Qué lo determina?

Simeon Djankov et al. (2008) realizaron un estudio para el Banco Mundial, en el que analizan empíricamente las instituciones sociales que se relacionan con los emprendedores brasileños.

Según ellos, los factores que rodean al emprendedor, su contexto familiar, social y las capacidades que desarrollan, son los principales determinantes para que un individuo sea propenso a generar emprendimiento.[2]

El estudio concluyó en que las características de la familia tienen una mayor ponderación sobre la influencia en la vocación empresarial; en cambio, el éxito como empresario depende de factores externos que muchas veces son independientes a las capacidades del emprendedor.

Y entonces, ¿quién tiene la razón? ¿cuál es la naturaleza del emprendedor? La respuesta no es simple. Hasta que genética y estadística logren probar cada una de las anteriores hipótesis, tendremos que conformarnos con algo subjetivo.

Sin embargo, la experiencia misma permite conocer el origen del emprendedor. El emprendedor nace y se hace, es el resultado de poner en marcha ciertas cualidades innatas y del continuo aprendizaje y desarrollo de capacidades.

Un emprendedor nace al demostrar desde temprana edad su inquietud, perseverancia, independencia, curiosidad y pasión; pero un emprendedor también se hace, detectando estas capacidades, potencializándolas y aprendiendo a hacer diariamente, consiguiendo así un carácter diferenciador que marcará el valor agregado del emprendedor.

¿De qué serviría un emprendedor innato que no desarrolle adecuadamente conocimientos técnicos sobre el mundo de los negocios en un escenario económico tan cambiante? Seguramente, como sucede en la mayoría de los casos, la competencia terminaría acabándolo.

De igual forma, un emprendedor que se hace, no lograría los resultados esperados sino encuentra en su interior ese espíritu soñador, persistente, positivo y de rápida adaptación al cambio. Muy probablemente, vendrían otros con mayor motivación que lograrían orientarse mejor hacia la búsqueda del éxito empresarial.

Al igual que Freire, yo creo que ser emprendedor no es en su totalidad un factor genético ni un trabajo forzoso, es la conjunción entre actitudes y aptitudes de la persona; el emprendedor debe creer que lo es, y lo debe aprender a ser. “La perseverancia es la virtud por la cual todas las otras virtudes dan su fruto” (Arturo Graf).



[1] Born entrepreneurs, born leaders: How your genes affect your work life. Shane, Scott A. Oxford University Press. 2010.

[2] Djankov et al (2008). “What Makes an Entrepreneur?”Doing Business.