martes, 21 de junio de 2011

Sobre la imposibilidad de un gobierno de izquierda

Por Héctor Abad Faciolince

A mí me gusta la izquierda por el mismo motivo por el que me gusta el DIM: porque siempre pierden. El año en que el DIM quede cam­peón me pasaré temporalmente al Millonarios. Y si la izquierda estuviera en el poder, yo estaría en la oposición. El deber del crítico es vivir permanentemente en contra del poder, porque el poder es siempre de derecha, por mucho que se defina de izquierda. Nada tan derechista como los gobiernos de Stalin, Mao, Castro, Brezhnev, pues lo típico de la derecha es la opresión y todos estos dictadores oprimen u oprimieron con violencia, supuestamente desde la izquierda, pero con los típicos métodos inventados por la derecha.

De hecho los derechistas aman a los dictadores: Franco apreciaba a Castro (y viceversa). La derecha siempre añora un gobierno fuerte; rojo o azul no importa, pero fuerte. La verdadera izquierda prefiere un gobierno débil, un poder impotente, por decirlo así. Por eso la izquierda debe estar siempre en la disidencia, nunca en el poder. Cuando la izquierda accede al poder, se dere­chiza. Basta mirar al lado, Lula, o más cerquita, Lucho Garzón. De su pasado izquierdista queda un mazacote incomprensible. A Lula de izquierdista le queda la barba, y a Lucho, el cuello de tortuga.

Como la izquierda no es obediente, sino que vive en un proceso permanente de crítica; como la izquierda odia las jerarquías y no respeta a los ídolos de arriba; como para la izquierda es necesario cuestionar todo lo que dicen sus líderes, lo normal es que la izquierda viva dividida. Una izquierda unida es una contradicción en los términos. La sumisión, el respeto a los jefes, la obediencia, son virtudes de derecha. Por eso el Polo y Alternativa no se ponen de acuerdo ni en el nombre.

Yo apoyo de todo corazón, y con todo el cerebro, a ese candidato de izquierda que se llama Carlos Gaviria. Además de motivos personales (entrañable amistad, devoción por su cultura y su pasmosa inteligencia), lo apoyo por un motivo muy izquierdista: porque no va a ganar. Si fuera a ganar, empezaría a echarme pa' atrás. Creo que el gran Carlos, en el poder, sería muy infeliz; no podría seguir siendo lo que es: un gran intelectual. Tendría que empezar a calcular. Además, si Carlos Gaviria ganara las elecciones, su elección sería un desastre para el país. No se en­furezcan, izquierdistas, que me voy a explicar.

Me explico: soy derrotista porque creo que en el mundo globalizado de hoy es imposible un gobierno de verdadera izquierda. Para empezar, desde el mismo día en que Carlos Gaviria ganara las elecciones, los ricos locales sacarían la plata y los inversionistas extranjeros se llevarían el capital. El ejército se pondría en pie de lucha y, a menos que Carlos se rodeara de guardaespaldas cu­banos, acabarían matándolo antes de tiempo. O habría un golpe de Estado, apoyado por los gringos y con cualquier pretexto. Los paracos volverían al monte y a los barrios. Toda la burguesía empezaría a gritar que ahí viene el lobo feroz disfrazado de Papá Noel.

Pero lo único que nos puede salvar de la arrogancia de este gobierno de derecha (y del nuevo gobierno de derecha que vendrá), es que la izquierda saque una votación enorme y quede con una buena representación en el Congreso. Una oposición sólida que le baje los humos a Uribe. El gobierno menos malo, en las condiciones del mundo actual, es un gobierno de derecha (todo gobierno lo es, y más si su origen es derechista) con un fuerte control opositor a la izquierda, que consiga reformas y modere la voracidad de los plutócratas. Es conveniente que haya una izquierda fuerte que sirva de contrapeso a la arrogancia de la derecha en el poder. Es el escenario menos malo. Antonio Navarro, con toda la simpatía que despierta su viveza, con su pata de palo y su mandíbula destrozada por un atentado paraes­tatal, me gusta menos que Carlos Gaviria por varios motivos. Primero, porque fue guerrillero (secuestró, participó en tomas y ataques, sus amigos recibieron plata de los narcos); segundo, porque cada vez es menos de izquierda, y eso está demostrado porque la derecha no le teme (y en cambio a Gaviria sí, que ha sido siempre pacífico y liberal); y tercero, porque vive ha­ciendo concesiones, pues como buen político que es, se acomoda mucho más.

Dirán que Chávez es el contraejemplo perfecto de un gobierno de izquierda en el mundo de hoy. Pero Chávez tiene la chequera infinita del petróleo, un burladero seguro para la huida del capital. Y además, ¿les parecen de izquierda las leyes contra la prensa, los ministros y funcionarios militares, el tan venezolano aroma de la corrupción? Por favor. Yo invito a quienes se consideren de izquierda, de verdadera izquierda, a que apoyen a Carlos Gaviria. Desde Gerardo Molina, la iz­quierda en Colombia no había tenido un candidato tan serio y tan decente. Hay que apoyarlo hasta esa gran victoria que significará que saque muchos votos sin ganar. Lo mejor para el Uribe Dos que nos espera, será casi perder; y lo mejor para la izquierda, casi ganar.

Noviembre 28, 2005.

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