domingo, 1 de mayo de 2011

El Carrusel de la Beatificación

La concepción sobre las decisiones políticas ha sido variante a lo largo del tiempo. Anteriormente, en la modelación de estas decicisiones, los académicos suponían que los políticos actuaban bajo la intención de lograr el máximo lucro o beneficio colectivo para la sociedad. Posteriormente, Nordhaus (1976) y MacRae (1977) se encargaron de ofrecer a consideración una hipótesis menos altruista: los políticos actúan como agentes individuales y tienen, como principal objetivo, la maximización de su beneficio individual.

A raíz de estas ideas, nace la teoría de los ciclos políticos. Esta teoría, en su expresión más simple, plantea la existencia de un mercado político en el que los consumidores se asemejan a los votantes y las empresas a los políticos. Según esto, los políticos usan los instrumentos de política económica para influir en las expectativas e incentivos de los votantes en los procesos electorales, buscando así el cumplimiento de su objetivo: la consecución de un cargo público y/o la permanencia en el poder.

Hoy, 1 de mayo de 2011, recordé esta teoría al leer sobre la beatificación de Karol Wojtyla (Juan Pablo II). En principio, la relación pareciera inexistente. Pero las apariencias engañan.

Una reciente investigación de Robert Barro, profesor de la Universidad de Harvard, sugiere que los procesos de beatificación y canonización han sido usados como instrumentos de política por parte de la iglesia católica y con mayor frecuencia, por parte de Juan Pablo II y Benedicto XVI, con el objetivo de mantener o conseguir nuevos seguidores.

En primera instancia, la tasa de beatificaciones y canonizaciones anual, por parte de estos dos pontífices, ha estado muy por encima de la media histórica. Además, el tiempo transcurrido desde la muerte de una persona hasta su beatificación y canonización, se ha venido reduciendo con el tiempo. Es decir, canonizar o beatificar a alguien, ha requerido menos tiempo a partir de su muerte.

Según Barro, los procesos de beatificación y canonización por parte de los dos últimos líderes de la iglesia católica sufren de una concentración espacial; esto es, Juan Pablo II y Benedicto XVI han nombrado beatos y santos estratégicamente en territorios donde la iglesia católica compite con iglesias evangélicas por el ‘mercado’ de fieles.



De acuerdo a esto, las decisiones de los mercados políticos se asemejan a las decisiones del mercado de fieles. En este último, la iglesia católica, similar a los políticos, figura como una empresa que busca maximizar sus beneficios mediante la consecución de la mayor cantidad posible de fieles (consumidores).

Es un planteamiento atrevido pero no irrespetuoso. Es un planteamiento polémico pero no infundamentado. Tenemos dos opciones: pensar al respecto o, como dijo Nelson Amaya: “Haré como los católicos, que la causalidad les importa un pepino, y le echaré la culpa del aguacero que está cayendo a la beatificación”


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